Solamente
esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que
mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra,
para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.
Josué
1:7
Habrá
días en que preferirá aislarse de todo y esconderse antes que dar otro paso de
fe contra el diablo. Pero usted no puede darse ese lujo, porque la batalla de
la fe no se pelea una vez y luego se olvida. Si quiere continuar viviendo en
victoria tendrá que seguir peleando la batalla de la fe una y otra vez.
No
hay otra manera de hacerlo. Claro, algunos creyentes siempre tratan de
encontrar otra manera. Por ejemplo, los israelitas. Ellos pensaron que cuando
cruzaran el mar Rojo ya no tendrían más batallas. Por eso, cuando oyeron el
informe acerca de los gigantes que vivían en la tierra prometida, decidieron
que no podrían emprender la batalla; su valor se esfumó. Entonces tuvieron que
tomar un desvío de 40 años por el desierto.
Pero
¿sabe qué? Los israelitas no pudieron evitar la batalla. Cuando llegó el tiempo
para que la generación siguiente entrara en la tierra prometida, los gigantes
aún estaban allí. Sin embargo, esa vez los israelitas se armaron de valor para
enfrentarlos. ¿De dónde les vino ese valor? De la Palabra de Dios.
Josué,
su líder, había seguido las instrucciones del Señor y había guardado esa
Palabra en su mente y en su corazón, de día y de noche. Josué había meditado en
ella y nunca se había olvidado de que Dios estaba de su parte.
Si
usted va a pelear la buena batalla de la fe hasta el final, tendrá que hacer
exactamente lo que hizo Josué. Tendrá que sacar continuamente valor de la
Palabra de Dios. Así que decídase a hacerlo. Empápese de la Palabra y deje que
ella le transforme de cobarde a vencedor. Luego, marche a la batalla y mate a
los gigantes en su tierra.
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