Gal.2.20 Hay hojas secas que barrer, un trabajo que realizar,
la mano de un vecino para apretar, etc. Es decir uno tiene muchas cosas que
hacer. Esto mismo puede decirse de Dios. Los bebés necesitan abrazos. Los niños
necesitan ser introducidos en sus camas con un beso de las buenas noches. Los
huérfanos de los enfermos de SIDA necesitan hogares. Los ejecutivos extenuados
necesitan esperanza. Dios tiene trabajo que hacer y para hacerlo El usa
nuestras manos. La mano es al guante lo que el Espíritu Santo al cristiano.
Dios entra a nosotros. En ciertas ocasiones lo hace de forma imperceptible y en
otras irrumpe sin previo aviso. Dios mete sus dedos en nuestra vida, centímetro
a centímetro, para reclamar el territorio que le pertenece por derecho propio.
Tu lengua. El la reclama para su mensaje. Tus pies. Los requiere para su
propósito. ¿Tu mente? La hizo y se ha propuesto usarla para su gloria. ¿Tus
ojos, tu cara y tus manos? Por medio de ellos llorará, sonreirá y tocará. [9/26
11:40 AM] Karina Grupo: Nuestro devocional de Septiembre 25 del 2015
JESÚS, MANANTIAL DE VIDA
“En el último y gran día de la
fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed,
venga a mí y beba. El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior
correrán ríos de agua viva” (Juan 7:37-38)
PASAJE COMPLEMENTARIO: Juan 3:1-5
La invitación que Cristo hace es para
todos aquellos que deseen acercarse a Él, la condición es creer que Jesús es la
única fuente inagotable de vida. Él es el manantial puro que cualquier sediento
anhelaría; recordemos que espiritualmente todos los seres humanos necesitamos
ser saciados. Todo nuestro ser requiere del agua viva que nos ofrece Cristo.
Una vida que no toma de esta agua, se
seca, se marchita, se muere de sed. Esto significa una vida sin sentido,
colmada de amargura, de quebrantos, preocupaciones, son vidas sin fruto. El
problema real no es tener sed, sino a donde recurrimos para saciarnos; solo
cuando nos acercamos a Cristo, como lo dice Él, creyendo, nuestro interior será
saciado de su llenura, de la llenura del Espíritu Santo, y es Él quién se
transforma en esos manantiales, ríos inagotables de agua viva; es decir, su
acción sanadora nos convierte en personas llenas de amor, de gracia,
disfrutando de salud total, armonía y paz interior; estaremos capacitados para
amar a otros.
Jesucristo durante su ministerio
influyó en sus seguidores, invitándolos a conocer el reino de los cielos;
instándoles para que nacieran de nuevo, lo que significaba aceptarle en sus
corazones, y que creyeran que Él había sido enviado por el Padre. Con toda
seguridad los hombres y mujeres que aceptaron esta invitación comenzaron de
inmediato a experimentar la vida abundante, y a disfrutar de los ríos de agua
viva. No olvidemos el caso de Nicodemo, la mujer samaritana, los mismos
discípulos, y muchos otros. La invitación y el ofrecimiento de Jesús es el
mismo hoy en día para usted y para mí; todos los días tenemos libertad de
acercarnos al Señor, solo creamos y aceptemos beber del agua de vida.
HABLEMOS CON DIOS
“Padre bueno, gracias por permitirnos
estar en Tu presencia, por podernos acercar a Tu inagotable manantial de vida,
nuestra única fuente de agua viva ¡Qué precioso regalo! ¡Qué magnífica promesa!
Hoy también disponemos nuestro corazón para creerte y obedecerse, pues
anhelamos la maravillosa presencia de Tu Espíritu en nuestras vidas,
satisfaciendo la sed de nuestras almas; permitirnos ser saciados de la llenura
de Tu Santo Espíritu, quien nos transformará en personas llenas de Tu amor y de
paz interior. Amén”
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