El discípulo que se mantiene
unido a mí, y con quien yo me mantengo unido, es como una rama que da mucho
fruto; pero si uno de ustedes se separa de mí, no podrá hacer nada.
Juan 15:5
Alejarse de Dios y de la
iglesia es peligroso.
Al “adormecernos"
espiritualmente, comenzamos a descuidar las cosas que son importantes. Bajamos
la guardia; descuidamos el timón de nuestro barco y antes de que nos percatemos
de lo que está sucediendo, acabamos naufragando y ahogándonos en el pecado y en
la ruina.
A lo largo de mi vida como
pastor, he visto a muchas personas en esta situación; y he sido testigo de cómo
sus vidas y las de su familia han llegado a la destrucción total por haberse
alejado de los caminos de Dios.
Esto es lo que sucede por lo
general cuando la gente se aleja de la iglesia.
PRIMERO TU CONCIENCIA SE
ENTUMESE.
Cuando te alejas de la
iglesia, comienzas a ignorar la voz de su conciencia. Al comienzo, tu espíritu
te da alarmas, haciéndole saber que algo no anda bien. La conciencia le envía
un mensaje, y luego otro, pero sigues justificando lo que haces y hacia dónde
está yendo.
Luego no le hace caso a las
advertencias y poco a poco, desensibilizará tu conciencia de tal manera que ya
ésta no te molestará más.
Te apartaras de la voluntad de
Dios e iniciaras una vida de pecado.
En esos instantes comienzas a
vivir negándote a ver la realidad; y si tú conciencia o la gente te molesta,
entonces racionalizaras y justificaras tu conducta.
SEGUNDO TU VIDA QUEDARA EN
RUINAS.
Hay una consecuencia final
como producto del alejamiento de Dios. Usted convierte a su vida en un
naufragio. El proceso de alejamiento le llevará más y más lejos de donde
debiera estar, hasta el punto de no querer regresar.
En ese punto, usted habrá
perdido su sentido de dónde se encuentra espiritualmente. Ya no oye la voz de
Dios ni siente Su presencia y terminará por vivir una vida vacía y llena de
dificultades.
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