Mateo 23:3
El que
tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama.
Juan
14:21
Contradicciones
La
proclamación pública de mi fe determina la conducta que debo tener ante todos
los que la oyen o me conocen. Todo desacuerdo entre mis actos y mis palabras
deshonra al Señor.
Afirmo,
por ejemplo, que Dios es todopoderoso, que para mí es un Padre lleno de amor
cuyos cuidados nunca faltan… ¡y la gente me ve preocupado, turbado, agitado!
¡Vaya contradicción! Declaro que el creyente no es del mundo, que sólo es un
extranjero en la tierra, pero me aferro a los bienes terrenales, busco mis
comodidades, e incluso me entusiasmo con la política. ¡Qué contradicción!
Digo que
espero al Señor, que él puede regresar de un momento a otro… y hago miles de
proyectos sin tenerlo en cuenta. ¡Contradicción!
Doy
gracias por la comida que está servida en la mesa y justo después me quejo del
plato que tengo delante.
Hablo de
la felicidad de los creyentes… y estoy triste. A mi alrededor veo personas que
no conocen a Jesucristo… y no les muestro el camino de la salvación.
Para
nuestra vergüenza, podríamos alargar la lista. No basta con reconocer estas
inconsecuencias, es necesario remediarlas.
¡Despertémonos,
cristianos! Con la fuerza que viene de Dios, con oración y humildad, vivamos
nuestra fe sin desfallecer. ¡No nos avergoncemos del Evangelio!
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