Justo
cuando Dios les abre los ojos y le reconocen, Jesús desaparece de su vista. Lo
normal sería que hubieran dicho: -¡Qué decepción! Ahora que sabíamos quién era
se va y nos deja solos de nuevo.-
Pero,
en lugar de eso, expresan un profundo gozo y se dicen el uno al otro: ¿No ardía
nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las
escrituras? E inmediatamente vuelven a Jerusalén a compartir la noticia con los
otros discípulos. Allí Jesús les daría otra grata sorpresa.
¿Qué
significa que su corazón ardía? Que había un gozo inexplicable dentro de ellos,
muy fuerte, y que necesitaban expresar.
Ellos,
sin saberlo, nos están explicando a nosotros, muchos siglos después, lo que
produce un encuentro auténtico con Jesús: Un gozo inefable por haber caminado
con Jesús y haber oído su palabra.
El
fuego arde, quema todo lo que hay a su paso y se extiende hacia todos los
sitios que pueda incendiar. Así es el verdadero evangelio de Dios; produce un
gozo que arde dentro de nosotros y nos lleva a incendiar nuestras relaciones,
familias, amistades y vecindarios con el gozo de haber conocido las escrituras
y al Cristo que en ellas se revela. ¿Realmente tenemos ese gozo por haber
conocido a Cristo que arde en nosotros, nos quema y nos impulsa a ir a otros a
contarles? Deseo de corazón que así sea.
Lucas
34:32-35
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